miércoles, 5 de diciembre de 2012

"Taxi para inocentes"


Titulo de la obra: Taxi para inocentes
artista: Clodin
año: 2012
técnica: óleo sobre tela
dimensiones 1 metro x 80 cm





viernes, 10 de febrero de 2012

La lìnea en la pintura

¿Què es una linea? ¿Para qué sirve a los pintores? Antes de leer el articulo a continuación, nunca había notado que la linea es una delimitación de área, que en sí misma no es nada; que es una creación del hombre, un producto de su inteligencia que le sirvió para expresar lo que veía en su entorno. Y tampoco había pensado en la importancia de la línea y lo determinante que es respecto del estilo o de lo que transmite una obra. En el siguiente texto, Hereward Lester Cooke nos hace reflexionar acerca de las lineas.

La linea en la pintura
por Hereward Lester Cooke
(curador de pintura National Gallery of Art)

Las lineas no existen en la naturaleza. Lo que interpretas como una linea es el lugar en que dos áreas de diferente color se encuentran. Así es que cuando un niño coge un crayon y dibuja, está produciendo una forma de arte abstracto, pues la linea ha sido abstraída de la imagen, o mejor dicho, ha sido añadida a lo que los ojos ven.
La inclinación a ver la naturaleza en términos de linea es una tendencia universal de los humanos toda vez que intentan representar cosas. En las cavernas de la Prehistoria, los aborígenes de África y Australia, las culturas precolombinas, adultos y niños, todos comienzan utilizando lineas para representar lo que ven.
En su forma más pura, la linea es el sello del dibujo (...). La mayoría de los pintores han usado la linea de uno u otro modo para conseguir ciertos efectos. La linea, de hecho, es un elemento clave de la pintura, y un artista que sea maestro en materia de lineas puede alcanzar la grandeza sin necesidad de perfeccionar alguna otra rama de su arte.

Ejemplos que da el autor:


Vincent Van Gogh, The Olive Orchard. El trabajo de pinceladas aquí revela la naturaleza apasionada e impulsiva del artista.


Henri de Toulouse-Lautrec, Alfred La Guigne. Aquí las pinceladas crean una sensaciòn repulsiva y realzan la fealdad de la mujer, probablemente más allá de la realidad.

Peter Paul Rubens, Daniel in the Lions' den. El ritmo flameante de las lineas es un recurso para dar vida y movimiento.

Auguste Renoir, Woman with a cat. Las lineas del contorno están hechas vagamente para dar una sensaciòn de suavidad.

lunes, 6 de febrero de 2012

La importancia de un buen comienzo


pintura en proceso
febrero 2012
Si un árbol empieza a crecer  torcido, ya se quedó así para siempre. Y lo mismo se aplica al trabajo artístico. Al menos es lo que me ocurre a mí. Cuando comienzo a pintar y pongo mis primeras manchas con cierta habilidad,  yo se que la obra terminará bien. No se si es una cuestión de ánimos o de que una mala calidad inicial condena el futuro del trabajo aunque pongamos todo el esfuerzo en repararlo. Puede ser una mezcla de los dos factores lo que lleva a la obra al suicidio, o al homicidio. Pero ¿què se necesita para empezar bien? En términos prácticos muchísimas cosas, como un lienzo bien imprimado, un buen dibujo o una idea bien concebida, pinceles adecuados, y todos los colores que se requieran. Pero por lejos creo que lo más importante es esa necesidad repentina de llevar al lienzo alguna idea que nos haya cautivado. Esas ganas son las que hacen que todo salga bien, y las que generan el ánimo para continuar pintando el resto del cuadro, porque una cosa es empezar y otra muy distinta, terminarlo. Más de alguna vez vamos a la mitad y perdemos la paciencia o  no queremos terminar porque sabemos que la obra resultará un desastre. Pero cuando una idea nos ha despertado de noche o nos ha distraído de una película o alejado de una comida, vamos por buen camino. Por eso a mis alumnos, cuando me piden que les diga qué pintar,  les animo a que elijan por sí mismos lo que quieren pintar. Les guío e indico qué puede resultar mejor para empezar ,pero creo que es erróneo imponer temáticas, porque cuando se empieza a pintar sin ganas se termina mal y a la obra le falta lo que más debe tener: vida.

viernes, 20 de enero de 2012

Tiempo de ideas crudas



El pensador, Rodin
En ocasiones, visto desde lejos, el oficio de pintor parece un cantinfleo descomunal, una descarada pérdida de tiempo, ocio vestido de oficio. Todo artista necesita tiempo para pensar. Estos largos momentos de inactividad son tan sólo el tiempo de ideas crudas, un momento en que apartados del quehacer algo hacemos. Pensamos en la obra o recopilamos ideas que nos puedan servir alguna vez, y eso es parte del trabajo, vivir es parte del trabajo para los artistas. La pérdida de tiempo es pensar cómo justificar esa extensa jornada translúcida de trabajo forzoso, sin sangre, sudor ni lágrimas. (aunque a veces hay lágrimas, éstas sólo reafirmarían que perdemos tiempo por eso, mejor omitirlas).
El tiempo de ideas crudas es ambiguo y  borroso. No sabemos cuánto dura, ni a dónde nos lleva. Es una inversión poco concreta, incontable. Puede consistir en hacer bocetos como en sentir, mirar con los ojos perdidos un muro o sólo estar. Puede tener orden y plazos, como puede durar indefinidamente. Para unos artistas es una cosa, y para otros otra completamente distinta, pero todos vivimos la misma experiencia.

Al respecto, he leído un articulo de Diario El Mercurio (Chile) que dejo aquí para ustedes: Se titula "El trabajo de una vida".

EL TRABAJO DE UNA VIDA
por Roberto Merino
Diario El Mercurio
Domingo 20 de Noviembre, 2011

Muchas veces hemos escuchado que para un escritor tienen relevancia aun los hechos mas insignificantes de la experiencia. Llega a ser desesperante constatar la realidad de esta afirmación  No se trata de un programa de acciones ni de un ejercicio impuesto, sino más bien, simplemente, de la disposición casi natural de vivir todos los días poniendo la mirada en acontecimientos sin valor histórico que vienen de ninguna parte y se dirigen al olvido.
No sabemos de qué modo se configurarán estas observaciones más tarde en la escritura, ni siquiera si llegará el momento en que emerjan de la memoria para reposicionarse en un universo literario.
Basta hacer un alto, darse un pequeño impulso y la mente comienza a activar sus registros: un diario quemado del cual se ven las letras rojas del titular, tirado sobre una vereda embarrada una tarde hace treinta años; un sueño previo al golpe del 73 referido por alguien a quien no vimos nunca más; el rostro de un detective que da un grito en cámara lenta en una serie televisiva vista sin volumen en un insomnio reciente. Como si fuera un nominalista feroz, podría llenar paginas y paginas con la continuación de esta lista. Y si estuviera loco, podría seguir hasta llenar dos o tres tomos de microscópicas fugacidades.
El hecho es que nunca se sabe muy bien en qué consiste el trabajo de un escritor, en el cual el acto mismo de escribir es tan sólo una parte. Pound dijo alguna vez que el capital del escritor es el tiempo. Esta claro que es así: ¿pero de dónde sacar tiempo, que es más escaso que la plata? Un tiempo indefinidamente estirado, tiempo para perseguir las propias huellas, para dormir, para espiar o para no hacer absolutamente nada.
Siempre desconfío de aquellas fotografías en que los escritores aparecen consagrados a su oficio, en actitud pensativa con la pluma en la mano, o ambas manos lanzadas sobre el teclado de la maquina de escribir o del computador. Se diría que están posando en beneficio de la imagen que tiene de ellos los demás.
Una amiga, que es además una gran pintora, me decía que la esencia de su trabajo eran el error y el aburrimiento. Reclamaba contra el ritmo de su vida actual, que no la dejaba aburrirse frente a una pintura en proceso o equivocarse todas las veces necesarias. Sólo cuando pasaba un periodo de tropiezos se daba cuenta de que su capacidad técnica se ponía la mismo nivel de su sensibilidad y de sus ideas.
Es famoso el episodio vivido en una corte británica por James Whistler al vender su cuadro "Nocturno en negro y dorado". El fiscal le preguntó cuánto tiempo le había tomado realizar la pintura. Whistler dijo que a lo más dos días. El fiscal retrucó: "¡Oh, dos días!" ¡Por el trabajo de dos días, entonces usted cobra treinta guineas!. La respuesta de Whistler es célebre: "No, he pedido esa cantidad por el trabajo de toda una vida"

jueves, 5 de enero de 2012

Mi viernes ficticio

Siempre he sido una desenchufada del mundo, pero ahora, sin colegio que me presione a saber si es martes o mièrcoles, el asunto de los dìas parece importar cada vez menos. Ya no corro el riesgo de ir a clases en dìas feriados, o de llevar un bolso de playa con flotadores, en lugar de cuadernos, el dìa lunes.
Para mi vida actual ya no tiene ninguna clase de consecuencia el dìa en que vivimos, excepto porque siendo adulta asocio cada dìa a una emociòn. Hoy me sentì feliz de que fuera Viernes; de saber que al final del dìa podrìa descansar junto a mi esposo; de que llegaba el fin de semana y con èste una pila de pequeñas alegrìas . Le escribì a mi esposo y le contè de mi regocijo (que era realmente enorme considerando mi cansancio semanal), a lo que èl responde:" lamento arruinarle su viernes ficticio, porque hoy es jueves".
Tengo dos opciones: seguir pensando que es viernes, olvidarlo en el sueño, despertar un viernes y por primera vez en mi vida vivir dos viernes seguidos, o convencerme de que es jueves. Como no necesito que sea jueves, he decidido vivir hoy un viernes ficticio: con ànimo de viernes, cansancio de viernes pero tambièn con mi alegrìa de viernes. Y mañana... otro viernes con ànimo de viernes, cansancio de viernes y alegrìa de viernes. Y tengo asì una semana perfecta: 48 horas de viernes, un preludio perfecto para el dìa Sàbado.

lunes, 2 de enero de 2012

Nuevos retratos

Carlitos (retrato) òleo sobre tela 60 x 40 cm, año 2011


Valentina (retrato) òleo sobre tela 60 x 40 cm año 2011