Cuando con la decisión que tiene el trueno para ensordecer me propongo a declarar con orgullo “Soy artista”, en lugar de asombro o reconocimiento obtengo en retorno una odiosa pregunta: “¿Y en qué trabajas?”. Como si el trabajo y el arte fuesen incompatibles o contrarios.
Trabajo no es sólo aquél que implica esfuerzo físico (de ser así, más de la mitad de la humanidad es cesante u holgazana). El trabajo es toda actividad, visible o invisible, terrena o etérea, física o mental, a la que una persona dedica su tiempo y ánimo. Muchos consideran en el concepto como factor determinante la remuneración, pero bajo esa premisa, por ejemplo, carecerìa de valor la labor de los misioneros y nunca se hubiera abolido la esclavitud.
El comienzo de una carrera artìstica suele ser precario, de remuneraciones inexistentes, escasas o inconstantes; y su desarrollo y desenlace son inciertos. Sin embargo el trabajo del artista no es màs ni menos trabajo que cualquier otro.
El problema radica en que para quien no es artista supone una dificultad inmensa comprender que hay esfuerzo, o simplemente que es una ocupaciòn pensar, concentrarse, inspirarse. Casi necesita como evidencia una frente sudada y en las manos una pala terrosa. El pintor debe preparar su estudio; ordenar las imágenes de su inspiración que, por muy irracionales que puedan ser, no son sólo garabatos en un lienzo. Màs o menos metòdico, todo pintor se prepara de alguna forma para el trabajo. Y todo artista debe, ante todo, preparar su corazón para la creación (por poco concreto que eso parezca). El trabajo del artista, lo es desde el instante en que se tiene la idea de crear algo nuevo hasta el momento de satisfacción al observar esa idea hecha realidad ante los ojos, el oído o el tacto; hasta saber la obra acabada. Y eso para la consideraciòn ajena, porque para muchos artistas su obra, su trabajo, es su vida completa.
El esfuerzo no se refleja sólo en los pies que sostienen el peso de todo un día de pesca o de cosecha. Tampoco se refleja en la recompensa monetaria a cambio. Es simplemente la dedicación, la disciplina, la reiteración diaria de una actividad lo que determina si estamos frente a un trabajador. En todo trabajo, lo fundamental e infaltable, es el motivo que nos mueve a hacerlo y la pasión que ponemos en concretarlo. Pidiendo prestada una frase a Gibran: “El trabajo es amor hecho visible”