viernes, 18 de marzo de 2011

Y tú Claudia… ¿Por qué pintas?

Consciente de mi tiempo finito, de la probabilidad de que cuando resucite ya no tenga manos, o de que en otra vida no encuentre óleos, o que simplemente no haya otra vida;  siendo posible que reencarne en un gusano, que muera en este preciso segundo, o que involuntariamente, de un segundo a otro, pase a estar atrapada en mi cuerpo, aquí y ahora, pinto. No me perdonaría no pintar. Y lo maravilloso de todo esto es que, sumado al sentimiento de obligación y deber, están las inmensas e indescriptibles ganas de pintar.
Pinto también porque en el mundo no hay demasiados pintores y nunca me ha gustado hacer lo que hacen demasiados; podrìa afirmar que elegì este oficio dada mi tendencia a tomar los caminos menos transitados...  a mi terquedad. Además me es imposible mirar sin mis ojos de pintor (no digo “pintora” porque un pintor es universal y ajeno a cuestiones de género).

Después de pensarlo mucho he concluido ademàs que la pintura es inofensiva, y fuese cual fuese mi labor, siempre supe que me inclinarìa hacia la paz (sólo me permito la violencia cuando es imaginaria y secreta). Siendo  la pintura inofensiva, puede criticársele lo inútil, lo socialmente pasiva que es. Sin embargo, la inutilidad también tiene su utilidad, y es la inutilidad en si misma. No todo debe servir. Hace falta el sin sentido, tanto como las ilusiones y los sueños. La belleza sin ton ni son (o si se quiere la fealdad sin ton ni son). Hay pocos pintores porque hay pocos dispuestos a lidiar con el reproche de una sociedad obsesionada con la utilidad, con la competencia, con títulos universitarios, altos y bajos rangos  y certificados para todo (con "titulitis” como dice mi amigo pintor Graciano).La utilidad como la inutilidad son igualmente útiles.
Mis òleos y mi mate, compañeros de labor (fotografìa marzo 2011)
Es infinitamente satisfactorio dar vida a algo que en su origen era sólo un pensamiento del que nadie más que uno mismo podía ser testigo. Eso es un milagro del que sólo Dios puede ser causante. Las personas disponemos de milagrosos recursos para hacer evidentes las etéreas realidades que llevamos dentro, y he ahí nuestra riqueza. Haciendo uso de esta facultad, tambièn pinto para compartir estos secretos con las personas que quiero; y en especial con mi esposo, quien logra acrecentar cada dìa mi amor por la pintura, a travès de su amor.
Otras veces pinto para vencer mi melancolía o para evitar pensar. Hay días en que para ser dichosa me hace falta llevar la cabeza vacía (para todos, la lucidez y la inteligencia es una bendición, algunas veces, dolorosa). Y en otras ocasiones para aminorar un poco el vertiginoso cauce de alegrìa que derramo por todos lados.
Pinto finalmente porque quiero pintar, y si hay una enseñanza que me quedó grabada desde niña, esa es que siempre debía hacer lo que yo quisiera hacer. Y en eso estoy. Opté por ser feliz, sea ese un fin socialmente aceptado o no. Es ingenuo e infantil, pero es mi fin

1 comentario:

Graciano dijo...

Hola, Caludia

Tu pregunta me ha hecho reflexionar . ¿Por qué pinto?.
Tú expones muy claramentes tus razones, totalmente sinceras, por eso las admito como argumento perfecto. Y lo comprendo.
Pero, en mi caso, me siento incapaz de contestar a tal pregunta. O mejor dicho, solamente se me ocurre una única respuesta: querer.
Pinto porque quiero.
Pinto porque quiero comunicar mis sentimientos.
Pinto porque quiero soñar.
Pinto porque quiero amar.
Pinto porque quiero ver más que mis ojos.
Pinto porque quiero ver la luz.
Pinto porque quiero moverme entre las sombras.
Pinto porque quiero sentirme satisfecho.
Pinto porque quiero superar mis insatisfacciones.
Pinto porque quiero hacer algo en la vida, seguir un camino interminable.
Pinto porque quiero estar solo.
Pinto porque quiero que alguien me acompañe.

Es decir, pinto por vivir.